TEOLOGIAHOY

UNA LECTURA DESDE LA REALIDAD COTIDIANA

EL FIN DE UNA EPOCA



Con la muerte del General Pinochet y todo su revuelo, se esta cerrando una etapa muy triste en la vida de los chilenos. A un lado hay que dejar los pálidos argumentos en favor que esgrimen sus partidarios y fieles políticos. Argumentos que caen por su peso, ya que el ordenamiento democrático y la vida repùblicana han sido el orgullo de Chile por muchos años antes que se produjera el golpe militar. Y tenemos varios otros artículos que nos hablan en forma crítica del crecimiento económico y la gran brecha de desigualdad que hay entre los chilenos, donde los ricos se han hecho cada vez mas ricos y Chile ha heredado un estado económico basado en la injusticia y la inequidad.

Pero lo mas determinante en la figura de Pinochet, ( y eso lo avalan los comentarios internacionales) es su paso por encima de los valores humanos, el desprecio por la vida, los miles de muertos y desaparecidos y la mala praxis que queda después de mirar este deceso al ver que una persona burla a la justicia y a pesar de que existen las innumerables pruebas, nunca se le condena y no paga por los crímenes de lesa humanidad . Y es mas alarga, hacia la eternidad el sufrimiento de miles de personas que reclaman el destino de sus seres queridos.

Mas alla del túnel, seguiran las voces de las protestas, las miles de voces, de familiares de ejecutados, de detenidos desaparecidos, cual animas sin descanso, seguiran gritando, sin poder silenciar sus voces, por la eternidad, tras los pasos de una persona que se llevó a la tumba el secreto, la burla y el sarcasmo.

La tristeza de esta época marcada, aun por humo del bombardeo a la moneda, del cual fui testigo siendo un joven santiaguino. Los cadaveres que fueron lanzados al río Mapocho, y las fosas comunes en el Cementerio General, se entrelazaban con las filas temerosas para ir a comprar el pan, corriendo, pues luego venia el toque de queda y en las largas y oscuras noches, llenas de retumbar de metrallas y de balas, que iban una a una cegando la vida de hombres, mujeres, jovenes y niños, que en su mala suerte se interponian entre la voluntad de los fieros soldados.

Un triste final, pero final al fin. esperamos ser lo suficientemente inteligentes para superar esta etapa de la historia de Chile. El Chile que todos queremos es democrático, quizas no tan rico, pero mas solidario, donde las "señoras juanitas" tengan una pension digna al jubilar. Donde nosotros los que hemos pasado los cincuenta no estemos, preocupados, y temblorosos al pensar que una jubilación, con el actual sistema previsional, heredado por la dictadura, será un castigo despues de tantos años, donde han trabajado y lucrado con nuestro dinero y quizas ya no tendremos fuerzas para disfrutar la pobre pensión.

Y asi podemos enumerar, largas herencias de este sistema actual, otra la binominal, donde el pueblo no recibe su adecuada y justa representacion y los señores de la dictadura de cuello y corbata siguen sentados en los escaños, gracias a las matematicas mágicas de un sistema especialmente ideado para ellos.

En fin, el final de una època, esperamos en Dios, el comienzo de una nueva... con mas democracia, mas libertad, mas equidad, y justicia, al fin.

SECTAS EN CHILE


Alrededor de 400 sectas operan en Chile, según sociólogo




Humberto Lagos lamentó que la Justicia no tenga las herramientas necesarias para combatir los delitos que cometen integrantes de grupos fanáticos que existen en el país.


El asesor de la Presidencia de la República Humberto Lagos dijo que hoy en día "hay 300, 400 grupos de tipo sectario" en el país, muchos de los cuales tienen efectos muy negativos sobre sus miembros. Asimismo, el sociólogo explicó que aún hay vacíos en la legislación chilena, que no permiten perseguir de manera adecuada a quienes cometen ilícitos amparados en las sectas.

"Los tribunales no tienen todos los elementos para encausar, en estas situaciones de delitos nuevos, a grupos que atentan gravemente contra la dignidad de las personas", agregó el experto, quien aclaró que no todas estas organizaciones informales son destructivas.

En conversación con El Diario de Cooperativa, Lagos detalló que se trata de grupos estructurados, que tienen una política clara de captación de adeptos y que se caracterizan por ser "minoritarios, exclusivos y excluyentes".

Para Lagos, estos grupos se alimentan de una "ignorancia promedio muy grande", donde un líder carismático logra convencer a sus adeptos de su carácter casi divino. Esta situación -indicó- no sólo afecta a personas de poca educación, sino también a profesionales.

El profesional comentó que los grupos más peligrosos dentro de las sectas son las "células satánicas", las que están "extendidas a lo largo del país, y uno puede hablar conservadoramente de por lo menos 80 grupos satánicos".

LA PRACTICA DE LA FE EN CHILE.


Estudios Públicos, 85 (verano 2002).
OPINIÓN
CREENCIAS Y PRÁCTICAS RELIGIOSAS EN CHILE:
UN CASO DE INCONSISTENCIA*
Óscar Godoy Arcaya
ÓSCAR GODOY ARCAYA. Doctor en Filosofía, Universidad Complutense de Madrid.
Profesor titular de Teoría Política del Instituto de Ciencia Política de la Pontificia Universidad
Católica de Chile y profesor del Institut des Études Politiques de París. Miembro de
número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile.
Consejero del Centro de Estudios Públicos.
* Comentario al informe elaborado por Carla Lehmann, “¿Cuán Religiosos Somos
los Chilenos? (Mapa de Religiosidad en 31 Países)”. Véase en esta misma edición el informe
de Carla Lehmann, así como el comentario de Eduardo Valenzuela.
El autor focaliza su comentario al informe de Carla Lehmann,
“¿Cuán religiosos somos los chilenos?”, en la falta de consistencia
entre las creencias y las prácticas religiosas de nuestros connacionales.
Los resultados de la encuesta sobre religiosidad presentados en
ese informe, señala el autor, establecen que Chile ocupa el cuarto
lugar entre los países más creyentes, pero un lugar muy inferior
como observante.
El autor esboza dos hipótesis explicativas de este fenómeno. Por una
parte, la existencia de un posible “estado de indiferencia” respecto
de la observancia de una gran masa de creyentes, mayoritariamente
pertenecientes a los estratos bajos de la población. La segunda hipótesis
está relacionada con el peso que podrían tener las opiniones
“políticamente correctas” en Chile, país en que la Iglesia católica y
las confesiones religiosas en general disfrutan de un gran prestigio.
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E ste comentario a la encuesta “¿Cuán religiosos somos los chilenos?
(Mapa de Religiosidad en 31 Países)” está centrado en un hecho
significativo: Chile es uno de los países con más altos índices de creencia
pero con un bajo nivel de observancia. En efecto, tal como indican los
datos, en nuestro país el 96 por ciento cree en Dios, el 77 por ciento en una
vida posterior a la muerte, el 82 por ciento en el cielo, el 59 por ciento en el
infierno, y, en fin, el 57 por ciento en los milagros.
En general, se supone que un alto nivel de creencias religiosas tiene
como consecuencia una práctica muy difundida. De hecho, en la mayoría de
las sociedades en que se observa la existencia muy extendida de creencias
en una esfera trascendente o sobrenatural (la existencia de Dios, la vida
eterna de salvación o castigo y la intervención extraordinaria de lo divino
en el mundo natural), también se observan altos niveles en las prácticas
religiosas. Curiosamente, no es el caso chileno, cuya correlación entre
creencias y observancia religiosa es marcadamente atípica.
El índice de creencia chileno
Los factores medidos en la encuesta ubican a Chile en el cuarto
lugar, como nivel de creencia religiosa, entre los treinta y dos países comparados.
O sea, Chile es uno de los países con más alto “índice de creencias”
(2,25) en el universo encuestado.
Lo que llama poderosamente la atención es que no obstante este alto
índice, que lo sitúa detrás de Filipinas, Estados Unidos y Chipre, nuestro
país tiene un bajo porcentaje de práctica religiosa, que apenas llega al 19
por ciento de su población. Observancia religiosa que en el caso de los
católicos se reduce al 14 por ciento. Esta “inconsistencia” entre la creencia
declarada en la encuesta y la práctica “dura” de una confesión religiosa es
bastante impactante.
Digo “práctica dura” para enfatizar el hecho que se trata de la asistencia
semanal a un oficio religioso. Este tipo de práctica expresa la confesión
pública de un credo religioso y no la mera relación individual y privada
de las personas con sus creencias a través de la oración y otras
manifestaciones similares.
Una mirada más analítica sobre las cifras de la encuesta, indican que
entre los doce primeros lugares ocupados por los países según el “índice de
creencias”, con la excepción de Chile y de Chipre, hay una correlación
relativamente consistente entre creencias y prácticas religiosas. En efecto,
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de esos doce países altamente creyentes, diez ocupan los catorce primeros
lugares de práctica religiosa “dura”. Así, por ejemplo, Filipinas, que es país
con más alto índice de creencias religiosas, ocupa el sexto lugar entre los
más practicantes (45 por ciento de observancia); Estados Unidos, tercero
como creyente es undécimo como observante (32 por ciento). La República
Dominicana, Polonia, Perú e Irlanda del Norte tienen el mismo índice de
creencias y empatan con Chile en el cuarto lugar, pero están entre los diez
primeros lugares de los países observantes, con porcentajes entre el 37 y 46
por ciento de población practicante.
Un país muy consistente es, por ejemplo Irlanda, cuyo índice de
creencias es 3. Este índice lo ubica en el quinto lugar entre los creyentes, o
sea, debajo de Chile. Pero está en el primer lugar de práctica religiosa
“dura”, con un 57 por ciento de observancia, que contrasta fuertemente con
el lugar decimoctavo de nuestro país.
Otro país consistente es Francia, que está en el lugar decimonoveno
como país creyente (índice 1,6) y en lugar vigesimoquinto como practicante
con un 13 por ciento de observancia. Se trata, en efecto, de un país en que
hay una simetría entre creencias y prácticas. Una situación semejante se
hace evidente al comparar Chile con los países nórdicos (Dinamarca, Noruega
y Suecia) y las ex democracias populares (Alemania Oriental, República
Checa y Hungría). El contraste entre nuestra incoherencia y la coherencia
de estos últimos es patente.
Valores conservadores e inconsistencia práctica religiosa
Ahora bien, la inconsistencia que acabamos de anotar se refuerza a
la luz de las respuestas que los chilenos dan a las preguntas relativas a los
valores que sustentan. Existe una fuerte correlación entre la profesión de
creencias religiosas, la afirmación de valores conservadores y la observancia.
Chile exhibe en esta encuesta un elevado índice valórico conservador
(1,8), que lo sitúa en el segundo lugar entre los países más conservadores.
Solamente es superado por Filipinas.
Para establecer este índice, se indaga la posición de las personas en
relación a cuestiones que requieren una valoración moral. Se trata de nueve
preguntas que los chilenos responden con un claro sesgo conservador. Ellas
se refieren a relaciones prematrimoniales (rechazo: 39%), fidelidad conyugal
(rechazo: 88%), relaciones homosexuales (rechazo: 91%), aborto (por
malformación del feto y bajos ingresos, ambos con rechazos del 66 y el 8
por ciento, respectivamente), prioridad de la presencia permanente de la
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mujer en el hogar (aprobación: 44%), efectos negativos de su ausencia por
deberes laborales (aprobación: 71%), experiencia de relación de la pareja
con y sin intención de casarse en el futuro (aprobación: 51 y 60 por ciento,
respectivamente). Las respuestas a estas cuestiones tienen un paralelismo
con el índice de creencias, pero no con el de prácticas religiosas. Situación
que se sale de la tendencia general, que establece que los países más creyentes
y conservadores son los que tienen a la vez una elevada observancia
religiosa. Junto con Chile hay solamente dos países que se alejan de esta
tendencia, Chipre y Japón.
Confianza institucional, desconfianza individual
En el tercer bloque de preguntas —relacionadas con la confianza,
modernidad y religión— Chile ocupa el penúltimo lugar respecto de la
confianza en el “otro” y el segundo lugar en la confianza en las iglesias u
organizaciones religiosas. O sea, los chilenos manifiestan desconfianza en
el otro, en su prójimo, pero una gran confianza en las instituciones religiosas.
Solamente el 17 por ciento de los chilenos confía en las demás personas,
contra el 79 por ciento de los noruegos (primer lugar) o el 50 por
ciento de los norteamericanos (décimo lugar) —Chile comparte las dos
últimas posiciones de la muestra de países, junto con Chipre, República
Eslovaca y Eslovenia. Y, respecto de su confianza en las organizaciones
religiosas, cuya cota alcanza el 52 por ciento, solamente es superado por
Filipinas (72%).
Consistentemente los chilenos se posicionan entre los cinco últimos
lugares de los países que consideran que es indeseable que las autoridades
religiosas traten de influir en la forma en que votan las personas. En Chile
un 71 por ciento rechaza esta tutela o injerencia, en un contexto en que los
rechazos de los 27 países que están antes que él oscilan entre el 73 y el 89
por ciento. Ello significa que un 29 por ciento la acepta, siendo así que en
la mayoría de las democracias tradicionales este porcentaje oscila entre el
11 y el 20 por ciento (con las excepciones relevantes de Estados Unidos,
Gran Breña y Suecia).
Los chilenos comparten en forma minoritaria (49 por ciento y vigésimo
lugar) la percepción mayoritaria de países liberales, como Dinamarca,
Noruega, Suecia y Gran Bretaña (entre 78 y 86 por ciento), de que “si se
mira el mundo” las religiones generan más conflictos que paz. No obstante,
somos más severos para juzgar como “a menudo muy intolerantes” a las
personas con “creencias religiosas muy fuertes” (ocupamos el octavo lugar
que compartimos con Suecia).
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El 50 por ciento de los chilenos piensa que “el país sería mejor si la
religión tuviese menos influencia”. Chile se ubica en el cuarto lugar, en una
ordenación que incluye entre los diez primeros a países con fuerte presencia
religiosa actual o reciente, con la sola excepción de Eslovenia. En efecto,
en los tres primeros lugares se ubican Irlanda del Norte, Eslovenia e Israel.
Después de Chile, vienen Polonia, Filipinas, España y Portugal. El alto
porcentaje que exhibe Chile también es inconsistente con su alto índice de
creencias religiosas. Un buen ejemplo de consistencia, en este sentido, es
Estados Unidos, en que la deseabilidad de que la religión influya menos es
de apenas el 15%. Este índice está en coherencia con los niveles de creencias
y el de observancia religiosa de ese país.
Dos hipótesis sobre las causas de la inconsistencia chilena
Como es obvio, la encuesta no nos da una explicación causal de la
inconsistencia chilena entre creencia y observancia religiosa. Tampoco
existen trabajos empíricos que permitan establecer esas causas. En consecuencia,
las explicaciones disponibles son puramente conjeturas.
Hay datos estadísticos que permiten establecer una primera hipótesis.
Se trata del persistente descenso de la membresía católica y el ascenso
de la evangélica en los últimos setenta años. Los católicos han bajado del
97,7 al 72 por ciento, mientras que los evangélicos han crecido del 1,5 al 16
por ciento en el período indicado. Este fenómeno podría revelar la existencia
de un amplio segmento de católicos cuyas creencias no encuentran un
cauce de expresión en la Iglesia católica, a la cual pertenecen solamente de
un modo formal. Este segmento, en estado de indiferencia en cuanto a la
observancia católica, es objeto de la atención preferente de la predicación
evangélica y, en general, las personas que lo componen pertenecen a lo
sectores socioeconómicos bajos.
No hay que descartar la hipótesis de que las conductas de una gran
proporción de la muestra se ciñan a lo “políticamente correcto”. La respuesta
sobre la confianza de los chilenos en las instituciones religiosas
revela su enorme peso, influjo y prestigio. En Chile no sólo es “políticamente
incorrecto” criticar a la Iglesia católica y en general a las confesiones
religiosas, sino también cuestionar sus doctrinas, creencias e incluso opiniones
contingentes.
La hipótesis de creyentes en estado de indecisión respecto de la
observancia también puede conducir a un agnosticismo práctico, como ha
ocurrido en países de gran tradición católica como España y Portugal.
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Una observación general
Finalmente, una mirada general a la encuesta nos parece indicar que
los países con índices de creencias religiosas y de conservadurismo bajos
han experimentado en su historia pasada y reciente guerras religiosas, revoluciones
ideológicas radicales y profundas, y, en tercer lugar, procesos de
laicización y liberalización acelerados. En cambio, los países más creyentes,
conservadores y observantes no han tenido ese tipo de experiencia o
han recibido solamente sus efectos retardados y mediatizados. En especial,
no han experimentado ni la acumulación ni la combinación de ellos. Las
guerras religiosas dejaron una huella profunda en Alemania, Gran Bretaña y
los países nórdicos; las revoluciones con altos contenidos antirreligiosos, en
Francia y los países socialistas liderados por la ex Unión Soviética. Y me
parece que son notables, como ejemplos de laicización y liberalización
acelerada, los casos de España y Japón.

DIA MUNDIAL DEL SIDA

La era del SIDA empezó oficialmente el 5 de junio de 1981, cuando el Center for Disease Control (centro para el control de enfermedades) de Estados Unidos convocó una conferencia de prensa donde describió cinco casos de neumonía por Pneumocystis carinii en Los Angeles[1]. Al mes siguiente se constataron varios casos de sarcoma de Kaposi, un tipo de cáncer de piel. Las primeras constataciones de estos casos fueron realizadas por el Dr. Michael Gottlieb de San Francisco.

Pese a que los médicos conocían tanto la neumonía por Pneumocystis carinii como el sarcoma de Kaposi, la aparición conjunta de ambos en varios pacientes les llamó la atención. La mayoría de estos pacientes eran hombres homosexuales sexualmente activos, muchos de los cuales también sufrían de otras enfermedades crónicas que más tarde se identificaron como infecciones oportunistas. Las pruebas sanguíneas que se les hicieron a estos pacientes mostraron que carecían del número adecuado de un tipo de células sanguíneas llamadas T CD4+. La mayoría de estos pacientes murieron en pocos meses.


Virus del SIDAYa que en un principio se identificó a la población homosexual como víctima de la deficiencia inmune, la prensa comenzó a llamarla la «peste rosa», aunque pronto se hizo notar que también la padecían los inmigrantes haitianos en EE.UU., los usuarios de drogas intravenosas, los receptores de transfusiones sanguíneas y las mujeres heterosexuales. La nueva enfermedad fue bautizada, oficialmente, en 1982 con el nombre SIDA.

Hasta 1984 se sostuvieron distintas teorías sobre la posible causa del SIDA. La teoría con más apoyo planteaba que el SIDA era causado por un virus. La evidencia que apoyaba esta teoría era, básicamente, epidemiológica. En 1983 un grupo de nueve hombres homosexuales con SIDA de Los Angeles, que habían tenido parejas sexuales en común, incluyendo a otro hombre en Nueva York que mantuvo relaciones sexuales con tres de ellos, sirvieron como base para establecer un patrón de contagio típico de las enfermedades infecciosas.

Otras teorías sugieren que el SIDA surge a causa del excesivo uso de drogas y de la promiscuidad sexual. También se planteó que la inoculación de semen en el recto durante el sexo anal combinado con el uso de inhalantes con nitrito (poppers) producía supresión del sistema inmune. Pocos especialistas tomaron en serio estas teorías, aunque algunas personas todavía las promueven y niegan que el SIDA sea producto de la infección del VIH.

En los primeros años del SIDA, el origen exacto del virus que lo causaba era desconocido. Una teoría común, que incluso se convirtió en un artículo de la revista Rolling Stone, sostenía que el VIH provenía de un virus llamado virus de inmunodeficiencia en simios (SIV, en inglés), el cual era idéntico al VIH y causaba síntomas similares al SIDA en otros primates. Este virus habría sido transmitido a la población humana en África durante unos experimentos con vacunas contra la polio en pobladores africanos. Aunque la filiación del VIH con el SIV es un hecho ampliamente documentado, la hipótesis de un contagio a través de vacunas no tiene crédito en la actualidad. También se creía que la llegada del SIDA al mundo occidental era atribuible a un hombre llamado el «paciente cero», un asistente de vuelo canadiense que habría practicado el sexo con más de mil hombres en distintas partes del mundo. Esta teoría, que incluso fue plasmada en una película, es falsa.

En 1984, dos científicos, el Dr. Robert Gallo en los Estados Unidos y el profesor Luc Montagnier en Francia, aislaron de forma independiente el virus que causaba el SIDA. Luego de una disputa prolongada, accedieron a compartir el crédito por el descubrimiento; el virus fue denominado Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) en 1986. El descubrimiento del [virus] permitió el desarrollo de un anticuerpo, el cual se comenzó a utilizar para identificar dentro de los grupos de riesgo a los infectados. También permitió empezar investigaciones sobre posibles tratamientos y una vacuna.

En esos tiempos las víctimas del SIDA eran aisladas por la comunidad, los amigos e incluso la familia. Los niños que tenían SIDA no eran aceptados por las escuelas debido a las protestas de los padres de otros niños. La gente temía acercarse a los infectados ya que pensaban que el VIH podía contagiarse por un contacto casual como dar la mano, abrazar, besar o compartir utensilios con un infectado.

En un principio la comunidad homosexual fue culpada de la aparición y posterior expansión del SIDA en Occidente. Incluso, algunos grupos religiosos llegaron a decir que el SIDA era un castigo de Dios a los homosexuales (esta creencia aún es popular entre ciertas minorías de creyentes cristianos y musulmanes). Otros señalan que el estilo de vida «depravado» de los homosexuales era responsable de la enfermedad. Aunque es verdad que en un principio el SIDA se expandió a través de las comunidades homosexuales y que la mayoría de los que padecían la enfermedad eran homosexuales, esto se debía, en parte, a que en esos tiempos no era común el uso del condón entre homosexuales, por considerarse que éste era sólo un método anticonceptivo.

El SIDA pudo expandirse rápidamente al concentrarse la atención sólo en los homosexuales, esto contribuyó a que la enfermedad se extendiera sin control entre heterosexuales, particularmente en África, el Caribe y luego en Asia.

(RESUMEN WIKIPEDIA)

EL SIDA